Historia

El siglo XX se estrenaba en Argentina y el país transformaba su fisonomía. Miles de inmigrantes llegaban todos los años en los barcos provenientes del Viejo Mundo. En la Pampa Húmeda se expandían cultivos de cereales y se criaban las mejores razas de ganado vacuno y ovino.

En el mundo, el sistema capitalista pasaba por su gran momento y la economía mundial dibujaba un mapa de países industrializados y países productores de materias primas. El nuestro se inscribía en la segunda categoría.

Más de la mitad de las exportaciones de América Latina a Europa procedían de nuestro país, y en cuanto al total de las relaciones bilaterales entre países latinoamericanos y europeos, Argentina ocupaba los seis primeros puestos con Inglaterra, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica,Luxemburgo y Francia.

Nuestras materias primas pertenecían casi exclusivamente al sector agropecuario y éramos receptores de artículos de consumo, combustibles, maquinarias e insumos industriales.

En el aspecto político, desde 1880 gobernaba el conservadorismo en todo el país. Su gran adversario, el radicalismo, disentía con la clase dirigente en el modelo político de democracia. Aspiraba a la pureza electoral, a la vigencia de libertades políticas, pero no difería en el programa económico. Más allá de los vaivenes por los que atravesó nuestra economía (por ejemplo, la gran crisis de 1890), en general todos veían en la alianza económica con los capitales extranjeros (y en especial los británicos) la garantía de que nuestros productos fueran colocados en el mercado europeo.

Esta visión se reforzaba con las cifras económicas. Estas mostraban la gran expansión económica argentina desde 1880 apoyada en el gran auge de la economía agropecuaria.

Ésta, a su vez, produjo un gran impacto en las industrias que procesaban las materias primas destinadas a la exportación como los molinos harineros y los frigoríficos.

La gran expansión económica produjo un incremento de los ingresos de la población lo que repercutió en el aumento de la demanda de productos alimentarios y de vestimenta.

Todos estos adelantos fueron posibles gracias a la expansión ferroviaria en todo el país.

En efecto, el tren abarató los costos de fletes y amplió el mercado nacional.

Otro factor decisivo de modernización de nuestro país fue la llegada masiva de inmigrantes europeos y asiáticos que se incorporaron como mano de obra en las inmensas estancias de la pampa húmeda o como obreros de la incipiente industria en las ciudades.

Mendoza adquiere su perfil vitivinícola

Si bien el cultivo de la vid se realizaba desde su fundación allá por 1561, no fue ésa su principal fuente de ingresos hasta recién el siglo XX. Mendoza también cultivaba forrajeras (en 1908 la superficie total cultivada de alfalfa era de 138 mil hectáreas), cereales (era una de las principales productoras del país de maíz, trigo y cebada con casi 20 mil hectáreas), y frutales (algo más de 3 mil hectáreas). Pero la década de 1880 fue la bisagra. Mendoza tomó el rumbo de la modernización y se convirtió en la primera zona vitivinícola del país, tanto que ésta llegó a ser reconocida por el gobernador Emilio Civit como «la industria por excelencia» de los mendocinos.

La expansión del riego fue uno de los factores decisivos del cambio: en 14 años de 1887 a 1901los cultivos de vid se elevaron de 4.700 a 21.313 ha. y en 1910 habían aumentado a 31.793 ha.

Varios fueron los factores que contribuyeron a esta eclosión de la industria del vino: la Ley de Aguas de 1884 que reglamentó y sistematizó el riego provincial; y las facilidades de crédito para la ampliación y pago de las obras aumentaron el área cultivada en el plano provincial.

En el plano nacional, la instalación de la línea del ferrocarril Buenos Aires al Pacífico en 1885 reemplazó el traslado del vino en carretas por el más económico y veloz ferroviario. Otro factor fue el aumento de la demanda del mercado del Litoral y de Buenos Aires y el aporte tanto cultural como demográfico de inmigrantes italianos y españoles que poseían la costumbre mediterránea de beber vino.

Por otra parte, en las dos últimas décadas del siglo XIX, el gobierno nacional había adoptado medidas protectoras contra la introducción de vinos extranjeros. Desde el punto de vista legal, la Ley Nacional de Vinos de 1904 establecía las prácticas enológicas, la alcoholización y consideraba que los vinos genuinos eran los obtenidos por fermentación de la uva fresca o simplemente estacionada. 

El Gran Mercado

La generación que les tocó vivir a principios del siglo XX en Argentina fue testigo de uno de los procesos de cambio más profundos por los que atravesó el país.

Seguramente esas personas tuvieron que «acostumbrar el oído» a nuevos idiomas, a nuevas costumbres, música, comidas, y demás etcéteras que trajeron en pequeñas y pobres valijas los nuevos habitantes del suelo argentino.

En los últimos 20 años del siglo XIX arribaron al país un millón de personas, de las que se afincaron unas 900 mil, mientras que en las primeras décadas del XX, se quedaron a vivir 1.120.000 inmigrantes. Estas personas, en su mayoría varones de más de 21 años, fueron la clave del aumento demográfico de nuestra población. Para entender mejor el fenómeno sirve este dato: la proporción de inmigrantes sobre la población original en 1914 fue de un 30%, mientras que Estados Unidos (donde arribaron 32,4 millones de habitantes entre 1821 y 1932) nunca pasó del 15%.

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Ahora bien, los inmigrantes se concentraron geográficamente sobre todo en el litoral y en los centros urbanos y fue allí donde la población creció a un ritmo mayor que en el resto del país. Evidentemente este aumento poblacional incidió directamente en la demanda de productos de consumo.

Defensa Vitivinícola: Orígenes de la A.V.A.

«Ha surgido un gran problema se lee en una publicación vitivinícola de 1904 la venta clandestina de vinos adulterados o artificiales que no pagan impuestos. El fraude en la elaboración significa el peligro para la salud pública y el del fisco que pierde el importe de patentes e impuestos que no se abonan y por lo tanto, no recibían un control legal. De ahí que surge, desde dentro de la industria, la necesidad de conformar una institución en defensa de la vitivinicultura». Es que si bien el ferrocarril acortó las distancias en cuanto a tiempo, el problema de la lejanía entre el origen y la distribución del vino siguió existiendo. Y con ella el problema del control de una práctica arraigada ya desde épocas coloniales: la adulteración del vino. En efecto, el primer impulso para el control legal de la producción vitivinícola no surgió desde el Estado, sino de los particulares. El 13 de julio de 1904 se hace en. Buenos Aires la primera reunión a la que asisten «fuertes industriales» el vino fundando la «Defensa Vitivinícola Nacional» (luego llamado Centro Vitivinícola Nacional). Los «fuertes industriales» asistentes representaban los intereses de grandes bodegas como Domingo Tomba y Hnos., J.E. CopeJlo y Cía.; Tiburcio Benegas; Alejandro Suárez; C. Devoto y Cía.; Giol y Gargantini; B. Arizu y Luis Tirasso, Malgor y Herfst.

En esa reunión se acuerda conformar una primera comisión con el objetivo de «presentarse ante el Gobierno nacional y provinciales en solicitud de medidas, y designar al Abogado Gerente que tendría funciones de gestión administrativas y judiciales». El paso siguiente fue nombrar en Mendoza y en San Juan comisiones conformadas por Domingo Tomba, Juan Giol, Melchor Víllanueva, A. Raffaelli, Pascual Toso y Sotero Arizu. En San Juan, trabajarían Jaime Colomé y Manuel Vacarezza.

En noviembre de 1904 el Diputado Nacional por Mendoza, Julián Barraquero fundó el «Centro Vitivinícola de Mendoza» con el apoyo del gobierno provincial.

De la fusión entre éste y el primero fundado en Buenos Aires, surgió en marzo de 1905 el Centro Vitivinícola Nacional presidido por Isaac M. Chavaría, su Vicepresidente era Francisco Yanello y el Asesor Letrado, Julián Barraquero.

Las primeras acciones de la nueva entidad se concentraron en la lucha contra la adulteración del vino, también en una decidida acción para influir sobre la legislación vitivinícola y en la negociación de las tarifas de los fletes ferroviarios ante la empresa inglesa (Buenos Aires al Pacífico). En general, esos tres objetivos iniciales’ fueron cumplidos con éxito logrando incluso, que el Estado nombrara y asumiera los sueldos de los Inspectores Especiales que comenzaron la tarea de control y fiscalización en Buenos Aires y el Litoral. En esta última zona nombran una tercera Comisión con sede en Rosario.

Más adelante intervendrá en las negociaciones del Tratado Comercial con Chile de 1908 para que incluyera la defensa de nuestra vitivinicultura. Ese mismo año comenzó a publicar el Boletín Oficial de la Institución.

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Otro contexto, otra institución

El año 1929 marcó un hito en la historia económica occidental. El capitalismo sufría su primera gran crisis tras la caída de la Bolsa de Wall Street. En la década siguiente las ideas del economista inglés John M. Keynes que hablaban de la intervención del Estado en la economía fueron aplicadas tanto en Europa, Estados Unidos como en América Latina.

Entre las medidas adoptadas durante la década de 1930 fueron significativas la creación de una serie de organismos estatales o mixtos destinados a administrar los más importantes sectores de la economía. Éstos, que adoptaron distintas formas jurídicas, también representaban los intereses de los productores.

En el caso de la vitivinicultura, la Comisión Nacional de la Industria Vitivinícola tuvo facultades para controlar la elaboración, el expendio, la comercialización y la fijación de precios. Fue la época en que los mendocinos vieron consternados el derrame de vino por las acequias maipucinas como «remedio» para mantener su precio.

Con antecedentes de una Asociación Vitivinícola de Mendoza en 1929, se formó el Centro de Bodegueros de Mendoza: En el año 1935, José J. Toso, Alejandro Suárez, César Giannini, Italo Calise, Andrés Filipini, Sotero Arizu, entre otros, fueron los fundadores de la nueva institución vitivinícola.

El Centro de Bodegueros durante años ejerció la representación y la defensa de la industria madre de Mendoza manifestando su postura en el tradicional «Banquete de las Fuerzas Vivas» en el marco de la Fiesta Nacional de la Vendimia. Allí su presidente manifestaba la postura del Centro respecto a diversas problemáticas del sector.

El Centro de Bodegueros presidió en varias oportunidades la Organización latinoamericana del Vino y de la Uva (Olavu), fue Asesor Privado de la Alalc. Fue también miembro nato de todos los congresos y seminarios organizados por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), la Oficina Internacional de la Vid y el Vino (OIV) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta).

En la década de 1970, fue la primera institución en denunciar el agotamiento de una economía vitivinícola basada solamente en el mercado interno, y que la disminución del consumo obedecía a cambios de hábitos y no a problemas coyunturales.

En los ’80 cuestionó las políticas de regulación e intervención del Estado que impedían a la industria su adaptación a una realidad nacional e internacional.

Bodegas de Argentina responde a los nuevos tiempos

Tanto el Centro de Bodegueros como la Asociación Vitivinícola Argentina entendieron en la década de los ’90 que la unión hacía la fuerza.

Bodegas de Argentina, fruto de la fusión de ambas entidades, responde a un «proceso meditado y sereno que evaluó detenidamente distintas alternativas posibles. Luego de dos años de trabajo metódico, se concluyó que la mejor alternativa era la unión dando lugar al nacimiento de una nueva entidad continuadora de las dos que desaparecieron».

Los nombres de estas dos entidades quedan como testigos de una historia que enorgullece y engrandece a todos los hacedores de esta noble industria y que cada día cosecha sus frutos de excelencia en los mercados internacionales.